Un drama en el campo by Alberto Blest Gana

Un drama en el campo by Alberto Blest Gana

autor:Alberto Blest Gana [Alberto Blest Gana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: F
editor: SAGA Egmont
publicado: 2021-06-28T00:00:00+00:00


VII

A la noche siguiente de esta conversación, los dos hermanos, la madre y Emilio se hallaban en la pieza que servía de comedor. Doña Manuela tomaba mate sentada en un rincón del cuarto, mientras que Pablo y Emilio conversaban a su lado. Antonio se paseaba fumando, sin tomar parte en la conversación. En aquellos momentos había algo de solemne y sombrío en el cuadro que formaban estas cuatro personas. La escasa luz que alumbraba la estancia dejaba caer sus pálidos rayos sobre el rostro melancólico de la señora y parecía eclipsarse ante el fuego de las miradas que, al dar vuelta en sus paseos, lanzaba Antonio sobre su hermano y su primo. La conversación, además, era fría y trabajosa, como la de personas que hablan preocupadas de ideas distintas a las que van emitiendo con distracción.

Así llegaron hasta las diez de la noche, hora en que doña Manuela se retiró a su cuarto, y Emilio hizo serías a Pablo de retirarse también. Este salió dejando a su primo solo con Antonio, que había tomado un asiento a distancia.

—Primo —dijo Emilio, rompiendo el silencio—, desde ayer tengo deseos de hablar a solas con Ud.

—¿Sí? ¿Y sobre qué? —contestó Antonio, como sacudiendo alguna idea que parecía dominarle.

—Sobre varias cosas —replicó Emilio—, que pueden resumiese en una sola: desearía ver en sus relaciones con Pablo ese amor de hermano que echo de menos.

—Ese amor de hermano —exclamó Antonio— ha muerto en mí cada vez que ha querido renacer. ¿Quién tiene la culpa? Dios sólo lo sabe. Hay, sin duda, primo, naturalezas desgraciadas, que la providencia o quién sabe quién, destina fatalmente a una lucha perpetua: la mía es una de ésas. ¿Cree Ud. que mi corazón no ha sentido jamás la necesidad de un afecto? Una sola confesión de mi parte le dará la respuesta: yo he devorado los libros de Pablo y hecho gala de mis conocimientos, para que nuestros padres viesen que yo también quería conquistar su cariño aun cuando ellos pareciesen querer negármelo. Sin embargo, de todo esto, nada he logrado, cuando sentía en mí irresistibles impulsos hacia esa vida tiernos sentimientos sólo podían endulzar la soledad a que me he visto condenado desde mi infancia. Ahora ya es tarde. He querido buscar en una mujer toda esa dicha que me huía con los otros, y esa mujer ha preferido también a Pablo; ya ve Ud. que entre nosotros toda reconciliación es imposible, porque yo también amo a Paulina, y he jurado que si no llega a ser mía, no será de nadie. ¡Alguna vez siquiera me he de dar el placer de realizar mi deseo!

Antonio, que había principiado a hablar con un tono de reconcentrado tristeza, se animó por grados hasta temblar de emoción al decir su amor a Paulina.

—Vea Ud. —dijo después de una ligera pausa— cómo Pablo ha sido desde nuestros primeros años el ser con quien siempre me han comparado deprimiéndome; yo he buscado el modo de hacerme superior a él en cuanto he podido y en muchas cosas lo he logrado.



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